Fuimos peces y después fuimos dinosaurios. Fuimos monos, hombres, Planetas. Sangre, sexo, cielo. Libros que no leímo...

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Time Machine







"Cuando el uniforme generaba frenesí, cuando la bandera idolatraba, cuando la Fernandez se peinaba el peluquín, cuando no creíamos en nada... Ringo ya afinaba el tambor de Let it be, mientras todo esto se esfumaba.... La licorería dentro del placard para ahogar los tiempos que ya nunca vendrán..."
-Fito Páez

Esto es una carta y lo mejor será que la comience de una vez. Bueno, aquí estamos ¿Estoy aquí? Me siento ridícula escribiéndote una carta a estas alturas. Me levanté tempranísimo, me di una ducha, preparé té caliente, té medicinal, ya sabes, la gripe nunca falta en esta época del año. Me di mucho tiempo para cada tarea boba. Sí, estaba evadiendo este momento. No quería sentarme aquí y escribir una carta para ti. Cuando al fin voy a hacerlo, me siento como cuando tenía que escribirle una carta a un pariente lejano y no sabía qué decirle. Más que escribirte, quisiera recibir una carta tuya. Estoy segura de que lo que tienes para decirme es mucho más divertido que lo que tengo yo para ti.

¿Aún tienes la colección entera de Los Beatles en CD? ¿Todavía tienes insomnio y, mientras todos duermen, tú devoras el mundo leyendo? ¿Todavía estás enamorada de ese chico que se parece un montón a Keith Richards y tiene ocho años más que tú?, ¿ese que anda con una cámara de video y una vez te filmó como en Belleza Americana?, ¿el de la camiseta de Lennon? Si te diría que no es especial, bueno, lo es, pero no en el buen sentido, ¿me creerías? ¿Sales todavía con el chico de la bicicleta, ese que te regala cartas impresas, el de pelo largo, el que escucha el Bolero de Ravel en el walkman y prefiere tomar un café que una cerveza? Quédate con él. Sé que crees que hay otros mejores, pero he recorrido algunos años y creo que sería buena idea no romperle el corazón. ¿Todavía te reúnes con tus panas en el techo de la Sofía? ¿Sigues aprendiendo a fumar Marlboro blanco?, fuma otra marca, esa es turra. Sé que tus noches parecen largas, pero créeme, son menos pesadas que las mías. Tú y tu prima comen caramelos de colores y hablan en voz baja para no despertar a nadie, sigan así, la van a pasar bien. Tenían un juego que consistía en adivinarse el futuro mutuamente. Viajarían por Latinoamérica haciendo dedo, conocerían gente increíble, harían cosas que nadie ha hecho hasta ahora. Por esta misma época van a tomar por primera vez. Cuidado, el piso se va a mover como un barco en alta mar. Van a tomar con el Jero, la Sara y la Emilia. Se van a reír. Van a saltar. Van a bailar tango. Me gustaría saber más de esos paseos por los centros comerciales sórdidos, los detalles de las tardes de lluvia en las que aprendieron el arte del retaque. Y las primeras salidas en bus sin papás, que eran toda una expedición. Y tus panas, esos que todavía parecían niños al lado tuyo y de las otras chicas, que seguían jugando fútbol mientras ustedes aprendían a maquillarse. Cuando iban a una fiesta les daba vergüenza llegar con ellos porque parecían sus hermanos menores, ¿te acuerdas? No seas así, llévales nomás a las fiestas, los manes son bacanes, mucho más bacanes que esos mayores de los que quieres hacerte amiga. Te juro.




Más que una carta, me gustaría tener un DeLorean y viajar a esa casa, a esa habitación llena de dibujos, sé que dibujas mucho. Entraría despacito, a hurtadillas, para que no te des cuenta de que estoy allí. Entonces te espiaría mientras lees sin parar y piensas en el futuro, o sea, piensas en mi. Pensar en el futuro te hace feliz, pensar que el tiempo es largo. Como decía Virginia Woolf, esa, hermana, es la felicidad misma. Te diría que todas esas cosas que te parecen absurdas son, precisamente, las que valen la pena. Quizá las únicas que valen la pena. Te diría que no tengas miedo. Sé que esto podría sonarte desencantador, pero resulta que todo es más simple de lo que parece. Cuídate, eso sí, de las paradojas del tiempo. Si te dijera todo lo que ahora puedo decirte no saldrías con ese chico ni dejarías de dibujar ni te cortarías el pelo. Y sí, quizá serías (más) feliz. Pero yo no estaría escribiendo esta carta.

(Diners)

domingo, 30 de noviembre de 2014

Apuntes para un viaje

No he leído "On the road". Cada vez que quería comprarlo, algo pasaba. Cada vez que alguien me lo iba a prestar, algo pasaba. Entendí que debía esperar. Que no era el momento. Decidí- como esas cosas que una decide ciegamente- que el día que el libro llegara a mí sería una señal. Una señal de que ya era tiempo. Tiempo de hacer ese viaje. Tiempo de empezar a vivir.

Encuentro el libro una tarde. No me cae del cielo. No lo encuentro botado en una calle del centro. No me lo regala una persona especial. No. Soy yo la que va por él. Pero esta vez pasa algo diferente a las anteriores: lo encuentro. Lo llevo a casa. Pongo Bob Dylan y me echo en el sillón a mirarlo. Ya tengo el libro, pero para leerlo,  me hace falta el viaje.

Guardo el libro hasta encontrar un camino, una carretea en la que caminar.

***

Es verano. En verano  existir  mejor. La frase que me queda es una que leí tras visitar a un Maestro que me habló de conocerse a uno mismo .A estas alturas ya no puedes elegir la pastilla azul, me dijo. Pero algo me molestaba en mi interior. "Algo". Yo no quiero dejar de escribir, ni de tener pasiones, ni de tomar coca-cola. Soy muy mediocre. Y me molesta.  Mi cobardía, mi pereza, mi comodidad, mi conformismo.  Al salir de su casa   caminé un poco. Mientras esperaba el bus, abrí al azar las páginas de Demian, había escogido a dedo este libro entre varios más.  Lo volvía a revisar después de quince años. Lo abrí en un impulso y esperé la señal. Entonces leí: "Nada más molesto para el hombre que seguir el camino que le conduce a sí mismo". Es eso lo que me pasaba: no quería confrontar al espejo. Pero una puerta se había abierto. Y ya era demasiado tarde para cerrarla.
Ya nadie podría cerrarla.

***

Si me haría un tatuaje, sería un canto marinero. Esos que cantaban los valientes marineros a las sirenas. Marineros que seguían a las estrellas. Se embriagaban con la brisa, con la sal, con la luna.  Deliraban sirenas, hablaban con las ballenas. Y cuando el sol salía, seguían navegando, viento en popa.  Quiero escuchar su canto. Y también el canto de las ballenas. Seres  melancólicos que cuentan el Tiempo en su canto. Ballenas que acompañan en silencio a los marineros. Y son las mismas que   se suicidan. Ballenas que iluminan con su canto la soledad del océano que es la soledad del espacio. La soledad de mis sangre. Ballenas que se mueven bajo la luna, en las profundidades, allá donde no existen los hombres.

***

"Pioneer 10: el mensajero de oro
La proa del dragón que cruzó los mares del Norte,
buscando la aventura con el clan guerrero;
la galante sirena se inclina bajo la brisa
en barcarolas y mercantes de esbelto casco;
todos los descubridores de desconocidas tierras
se han ido en esta alada edad donde permanece la nada
en busca de extraños tesoros de alguna costa extranjera
abandonando la bien conocida tierra.
Ahora aparece el nuevo mascarón de proa del hombre
enfrentándose a la desconocida inmensidad.
Desnudo, veloz como las estrellas, mucho más allá de la llamada de los años.
Por parejas, o como extraño solitario en el exterior
ve, diminuto mensajero de tu propia raza,


y toca, si puedes, en puerto de algún lugar lejano."

***

Júpiter es una estrella fallida. Un proyecto de estrella que fracasó. No sé qué tan importante sea esa información ni a quién pueda servirle.  Pero saberlo me gusta. Me hace feliz en silencio.

***

Aunque no volví a su casa, algo pasó dentro de mí.  Entonces otra vez Hesse y el sol de verano. Los libros, la cámara que captura la luz y la transforma. Fui donde mi tío a grabar un pequeño video. Me encontré con su taller. Con su obra. El solo hecho de saber que existe ese mundo me hizo sentir viva. Supe que aunque no me había movido, el viaje había empezado.

***

Pienso en  Stevenson. Resuena en mi cabeza desde hace unos días. Se mete entre mis pensamientos. Aparece al amanecer. Intruso.

"No busco riqueza, esperanza ni amor,
ni siquiera un amigo.
Todo lo que busco es el cielo sobre la cabeza
y un camino para mis pies.”


***

No es un camino recto, sino un círculo o algo así, un laberinto alucinante en tres de. No hay tortura ni paciencia. Nada de eso. Porque no hay tiempo. Antes me parecía largo tomar la pastilla roja. Seguir "el camino" parecía una tarea larga. Larguísima. Eterna. Hoy, leyendo Siddarttha encuentro algo hermoso: todos somos nuestro opuesto. Y lo somos ahora. Todas las cosas se contienen. Y se contienen ahora. En un instante está el Universo. Al unísono. Entonces me parece más fácil, más bello, más posible.  Presiento algo en mi que quiere despertar. Quiero tocar esa nota que me despierte. Sí, el viaje ha empezado.

martes, 25 de noviembre de 2014

Tips para suicidarse Y DESPUÉS ir a la oficina





Olvídese de terapias de autoayuda. De darse palmaditas en el pecho y decir “Yo quiero” “Yo puedo” “Yo confío”. Olvídese de Walter Mercado, del Doctor Albuja, de la señorita Laura. Olvídese del gimnasio. Del aire puro. Del sí se puede. Olvídese del diván. Olvídese de la hipnosis. Usted no está bien. No finja lo contrario. Eso sería terrible. Doloroso. Patético. No pretenda comer bien ni sonreír ni compartir con sus amigos. El huracán se aproxima y lo mejor que puede hacer es abrir los brazos. La única cura es el veneno. Escuche lo que más le duela. Recomendamos Paloma Negra, de Chavela Vargas. Encienda un cigarrillo y cante a capela frente al computador. Deje que ese vacío oscuro le corroa la piel. Llore. Llore hasta partirse en dos. Sienta cómo esa daga le atraviesa el esófago. Duerma. Parece imposible, pero con poco esfuerzo y muchas pastillas se puede lograr. Compre antidepresivos en la farmacia (valen un dólar) y, perdone nuestra insistencia, somníferos. Si no consume químicos llene una taza pequeña con agua hirviendo y vierta dentro ocho o nueve o diez sobres de té de valeriana. Encienda el televisor y beba el veneno. Antes de ingerir el último sorbo ya habrá perdido la consciencia. Cuando la lluvia lo despierte en medio de la madrugada y descubra que todo es real, respire, grite, sangre… pero no se ahogue. Intente no dormir con otras personas. El impacto de abrir los ojos y descubrir que el que descansa a su lado es otro cuerpo podría ser mortal. Escuche una y otra vez la misma canción (esta puede elegirla por su propia cuenta). Vea sus fotos. Recuerde sus manos. Su sonrisa. Su pelo. Cierre los ojos y sienta cómo poco a poco la herida se abre. Láncese al piso. Revuélquese. Vomite. Escuche a Nacho Vegas. Escuche con él las canciones que estuvieron prohibidas en los días de felicidad. Tome café y mire cómo le tiemblan los huesos. Si bebe alcohol, debe saber que el dolor sólo se multiplicará, así que piénselo bien. El dolor que pierde en la borrachera lo recupera en el chuchaqui. Tiéndale la cama al ángel negro y ofrézcale una taza de café. Mire películas tristes. Escuche música triste. Lea poemas tristes. Lea poemas tristes en voz alta. Llore (con más razón). Lea el poema de Wilde una y otra vez. Repita en voz alta: “Each man kills the thing he loves”. Y ahora en español: “Cada hombre mata lo que ama”. Deje que la lluvia que cae dentro de su habitación le moje las tripas. Si puede, salte por la ventana. Eso sería plausible (probablemente no lo hará, usted también es cobarde). Elija un destino y busque pasajes. Aunque no vaya a viajar nunca. Imagínese en Grecia. En Lituania. En Japón. Soñarse en un avión siempre alivia un poco. Mire la televisión: novelas mexicanas, noticieros que no entiende, películas baratas para niños. El zapping salva la vida. Escuche How?, de Lennon. Consulte en internet al oráculo, el I ching y el tarot. Piense en la posibilidad de una terapia junguiana. Olvide la posibilidad de una terapia junguiana. Cuando el fuego sea insoportable y le queme las entrañas, escuche a Abdalá declamar en YouTube repitiendo la pregunta que usted también comparte: "¿Y ahora?, ¿Y Ahora? ¡¿ Y AHORA?!." Báñese, y no solo por higiene, hágalo una y otra vez. 20 veces, 30 veces. Deje que el agua corra por su cuerpo. Arregle su habitación mientras canta los éxitos de Yuri. Coma un pastel de chocolate (entero). Si ya no le quedan lágrimas… abrace a la muerte. Baile con ella las canciones de Jinsop. Abrácese a si mismo y siéntase el loser más grande de la Tierra. Escuche God, de Lennon. Una vez en la oficina,  puede ir al baño periódicamente, quizás cada quince minutos, llorar en silencio, acurrucarse en el piso y dormir o fingir que duerme. Después se levantará, se sonará la nariz, se lavará la cara y volverá a su puesto de trabajo.

(Diners) 


jueves, 20 de noviembre de 2014

SELFIE

Hago clic. Un sonido parecido al de una bomba me anuncia que no hay tiempo. Tres, dos… ¡Corre a posar! En soledad, me ubico en una silla para alcanzar en el cuadro. Tengo tres segundos para poner cara sexi, girar la laptop para que no entre en cuadro la ropa botada en el piso y hacer que se vea mi anillo nuevo sin que me tape los labios. ¡Clic!. Siempre he preferido los selfies con photo-booth a los del celular. La razón es simple: en la cámara de la compu es como un espejo en el que puedes mirarte y decidir en qué momento congelar el tiempo. Con el celular, aunque la foto suele ser tomada frente a un espejo, el control no es tanto. 
Recordemos a “las amigas de Camilo”, personajes de Enchufe.tv que parodian la acción del selfie. Hinchar los labios con la clásica “duck-face”, mirar al espejo mientras se sostiene el celular con la mano y darle clic. La foto para las redes sociales se ha convertido en una tarea indispensable. Antes de ir al baño, comer, dormir, tomar una cerveza, fumar un cigarrillo, arreglar la casa o ir a la tienda, hay que hacerse una foto. Como si debiéramos dejar registro de cada uno de nuestros pasos. Todo merece un selfie que lo compruebe. El álbum de la vida está en Internet. ¿Por qué esa necesidad de publicar nuestra vida íntima? Hay una razón simple: en nuestro muro de Facebook siempre somos protagonistas. Nos comportamos como estrellas de rock que dan cuenta de cada uno de sus movimientos a sus fans. Porque bien podríamos mandar esas fotografías a la gente que queremos que las mire, “por interno”. Pero no es suficiente. No es suficiente que las vea él, ella, yo. La idea es que las vean todos. El coro. El Gran Otro. Debo informarle al Gran Otro lo que he comido, lo que he visto, los lugares que he recorrido. Y no solo eso: también lo que he sentido al respecto. La razón es simple: el placer no se da cuando soy feliz, sino cuando los otros saben que soy feliz. Antes las abuelas se sentían bien cuando sabían que las comadres sabían que ellas sabían que se iban a casar. Hoy las redes sociales cumplen ese papel de puente o de “teléfono dañado”. Son el espacio imaginario perfecto para la materialización (virtual) del deseo.
En el autorretrato fotográfico la víctima y el victimario son el mismo. Decido plenamente cómo quiero retratarme. Cómo quiero ser vista. Esa imagen es el reflejo de mi “yo ideal”. La cámara no me encuentra in fraganti en el instante en el que mi alma se devela mostrando eso que yo me empeño en ocultar. Nadie me roba el alma en un descuido. No. Aquí yo lo controlo todo. Pero un selfie no es un autorretrato. Ni si quiera una “foto”. Está una escala más abajo de estas categorías. Es una imagen desechable. Efímera. Vulgar. Hecha para un momento. Antes las fotografías se demoraban días en realizarse. Era especial la textura de los clásicos retratos familiares que demoraban horas en ser tomados. O el trabajo de la artista Cindy Sherman, que hacía una sola fotografía que costaba millones. Había un valor en el concepto de unidad. Contradictoriamente a la fotografía misma —que es una lucha contra la muerte— el selfie no está hecho para durar. Y por esta misma razón, se hace accesible a todos: todos estamos cortados por la misma tijera.  
¿Por qué no hacerse un selfie? ¿Porque tal vez cuando te vean en la realidad, tu imagen diste mucho de aquella que en Facebook lleva 150 likes? ¿Somos la fotografía que nos representa? En Todo sobre mi madre de Almodóvar, Agrados dice: “uno es más auténtico cuando más se parece a lo que ha soñado de sí mismo”. Y aunque me abomba ver infestado el muro de inicio de “duck-face” haciendo alarde de sus platos de comida o sus novios, la verdad desconfío más de aquellos que, en lugar de un selfie, usan como foto de perfil la imagen de Snoopy o Brad Pitt. ¡Dios sabrá qué hay atrás de esas imágenes!
(SoHo) 


lunes, 10 de noviembre de 2014

Partitura para un planeta azul


planeta-tierra

*Nota: para leer este texto es recomendable escuchar la melodía que titula a cada   Capítulo.


*

‘(Beethoven’s 5th’)

Un millón de años después, en otra galaxia, alguien, cuyo rostro es indefinido, de sexo indefinido, mente indefinida, mira al cielo. Como no tiene nombre, lo llamaremos Alguien, a secas. Supongamos que Alguien tiene ojos y puede ver. Vamos a suponer que Alguien también tiene manos. Y corazón.

No es un día común para Alguien. Ese día (si así lo podemos llamar), Alguien encuentra un tesoro en un suelo al que no podemos llamar tierra. Primero halla una estatuilla de formas extrañas, parece representar a dos seres congelados. Luego encuentra una plataforma circular del color del trigo. Aunque no sabe qué contienen esos objetos ni qué son en sí mismos, Alguien entiende que lo que tiene en sus manos es un regalo, y que allí hay un mensaje por descifrar.

Más tarde, quizá meses, días, años o segundos, tras mirar una y otra vez la placa y la estatuilla, Alguien —quizá con la ayuda de sus semejantes— descifra el mensaje:


Sucede que existió una estrella enorme y poderosa. Alrededor de ella, nueve planetas giraban, formando un sistema perfecto. En el tercer planeta sucedió algo excepcional: era un planeta rocoso y su posición con respecto al Sol —entre otras condiciones— le permitió desarrollar vida. “Un día, llegó una criatura cuyo material genético no era muy diferente de las estructuras moleculares reproductoras de cualquier otra clase de organismos del planeta, que dicha criatura llamó Tierra. Pero era capaz de reflexionar sobre el misterio de su origen, de estudiar el extraño y tortuoso sendero por el cual había surgido desde la materia estelar. Era el material del Cosmos contemplándose a sí mismo. Consideró la enigmática y problemática cuestión de su futuro. Se llamó a sí mismo hombre. Y ansió regresar a las estrellas”.


Alguien entiende que las estatuillas son un modelo de los hijos de esa estrella. Escucha sus saludos en distintos idiomas, encuentra un mapa que ubica a este mundo en El Espacio, escucha Beethoven, Los Beatles, Chuck Berry… Imagina la Tierra y a sus seres vivos mientras una sola pregunta le ronda: ¿quién envió el mensaje?



**

‘(Melancholy Blues’, Louis Armstrong)



La Tierra, América, Estados Unidos, Nueva York, 1939. En la Exposición Universal hay, entre los espectadores, un niño que no mira igual que los demás. Sus ojos, oscuros, grandes, transparentes y a la vez insondables, sabios, cómplices, intergalácticos, milenarios, lo miran todo por primera vez. Tiene 5 años y la vida se le presenta como un misterio. Descubre, alucinado, los inventos que allí se exponen. “¿Cómo podía convertirse un tono en una imagen, y una luz convertirse en ruido?”. Sagan niño leía, fascinado, los cuentos de Edgar Rice Burroughs en los que tuvo su primer acercamiento a Marte. Devoraba museos de ciencias naturales, planetarios, enciclopedias… Su piel se electrizaba al descubrir que el Sol también era una estrella, que las estrellas eran soles lejanos, “Fue una especie de experiencia religiosa. Había algo magnífico en ello, una grandiosidad, una escala que jamás me ha abandonado. Que nunca me abandonará”. El mundo y su propia existencia eran un misterio que acababa de presentársele y que debía descifrar. Años después, aunque su abuelo pensó que como astrónomo se moriría de hambre, ya estaba dedicando su vida al estudio del Cosmos.

Los científicos hablan con números. Sus poemas son ecuaciones frías que para nosotros-   mortales de inteligencia media- no significan nada. Carl Sagan, aparte de un científico, fue un traductor.  
Aunque se graduó en Artes en 1954, en Ciencias en 1955, obtuvo también un máster en Física en 1956, se doctoró en Astronomía y Astrofísica en 1960. Aunque descubrió que Venus, el Planeta del Amor, era el infierno.  Aunque fue uno de los primeros en plantear que Titán, una de las lunas de Saturno, podría albergar océanos de compuestos líquidos.  Aunque también planteó que Europa, una de las lunas de Júpiter, podría tener océanos de agua subterráneos, convirtiéndola en un lugar posible para la vida… Aunque Sagan obtuvo más de 27 medallas y premios por su labor científica, aunque escribió más de 28 libros, aunque fue el primero en enviar un mensaje terrestre al espacio, aunque que ganó un Premio Pulitzer con uno de sus libros. Aunque se acercó a las ballenas y su canto melancólico quizá más que nadie, aunque se acercó tanto a los delfines que se convirtieron en sus mejores amigos… Aunque fue creador de la serie de televisión "Cosmos: un viaje personal". Aunque su labor científica fue magistral, aunque no alcanzarían las páginas para describir todos sus inventos, hallazgos y logros científicos, lo que lo que distinguió a Sagan de otros hombres de ciencia fue su habilidad para transmitir sus ideas a las personas. Sus libros, lejos del academicismo, están destinados a despertar a la humanidad, no solo a traducir la concepción del cosmos, sino a hacer que este cobre importancia para la gente. Desmitificó la visión geocentrista y homocentrista al plantear el valor de la raza humana y su relativa condición respecto del universo.


***

(Bach, ‘Brandenburg N°. 2’)



1) La imagen en el Pioneer 10 (figura 13 a), lanzada por la NASA en 1972, la placa de aluminio con un recubrimiento de oro adosada a su costado, indica el lugar y el instante en que



El 3 de marzo de 1972, fue lanzado el primer vehículo espacial desde la Tierra. Se llamó Pioneer 10. Su velocidad de despegue fue de aproximadamente de 13 km/s, catalogándolo como el objeto más veloz lanzado hasta esa fecha. Fue construido con un principal objetivo: explorar el medioambiente del planeta Júpiter y los asteroides que hay entre las órbitas de Marte y Júpiter. A Carl Sagan se le ocurrió que esta pequeña nave podría ir acompañada y la NASA accedió a la propuesta: el Pioneer 10 no haría la travesía en soledad, sino que, además de explorar territorios extraterrestres para traer información de estos a la Tierra, llevaría con él un mensaje desde la Tierra. “La colocación de un mensaje a bordo del Pioneer 10 es algo similar a la botella que lanza al océano el marinero que ha naufragado, botella con un mensaje en su interior, con la esperanza de que llegue a manos de alguien. Pero el océano espacial es muchísimo más vasto que cualquier océano de la Tierra”, escribe Carl Sagan. A la nave Pioneer la acompañó una estatuilla que representaba dos figuras humanas: una femenina y otra masculina. La escultura fue hecha por Linda Salzman Sagan, la entonces esposa de Carl.

Cinco años después, Carl Sagan lanzó otro mensaje al espacio. Esta vez lo hizo en otra botella que llevó el nombre de Voyager I y II. Estas sondas fueron lanzadas en 1977 y tardarán 40.000 años en alcanzar las proximidades de la estrella más cercana a nuestro sistema solar. Esta vez, Sagan envió al espacio un disco de oro que fue llamado originalmente en inglés The Sounds of Earth (Sonidos de la Tierra). El disco contiene sonidos e imágenes que dan cuenta de la vida en la Tierra.

Este contenido fue diseñado por Sagan junto con un comité de la NASA. La primera sección de audio contiene un saludo en inglés de la Secretaría General de la ONU. La segunda sección de audio contiene saludos en 55 idiomas, incluyendo 4 dialectos chinos, 12 idiomas del sur de Asia y 5 idiomas antiguos. La tercera contiene cantos de ballenas. El disco también tiene una selección de música en la que se encuentran Chuck Berry, Beethoven, Mozart, entre otros… Hay también sonidos como el del trueno, el viento, un tren, el beso de una madre a un hijo, las olas del mar, las pulsaciones del corazón… Aunque originalmente estos mensajes fueron pensados para una posible población extraterrestre, terminaron siendo un llamado a la Tierra misma. El impacto que causaron en nuestro planeta fue enorme, pues era la primera vez que la humanidad intentaba representarse a sí misma. Se produjo un shock terrestre.

El impacto de la estatuilla en los seres humanos se tradujo en varias reacciones: por ejemplo, el Times de Los Angeles publicó la carta de un lector que decía: “¿No es ya suficiente que tengamos que soportar el bombardeo de pornografía con que nos abruman películas y las revistas gráficas? ¿No es ya cosa suficientemente dañina, para coronarlo todo, que nuestros propios funcionarios de las organizaciones espaciales hayan considerado necesario extender esta suciedad incluso más allá de nuestro Sistema Solar?”. Un artículo publicado en Catholic Review criticaba la placa porque “lo incluye todo excepto Dios...”. Con este tipo de comentarios se hizo visible el hecho de que más que buscar una posible inteligencia extraterrestre, habría que cuestionar la existencia de la inteligencia terrestre. Asimismo, las feministas criticaban la posición de la mano masculina levantada ante la posición pasiva de la estatuilla femenina. Otros sugirieron que el saludo parecía un gesto nazi. Más que preguntarse sobre el destino del mensaje, los seres humanos se preguntaban si estaban siendo retratados con justicia o más que eso, se enfrentaron con un espejo amplio frente al que era inevitable reflexionar sobre su identidad, ya no solo mundial, sino cósmica.

Partituras para un planeta azul

Quizá el comentario más acertado sobre emensajedel Pioneer 10 fue el de Arvid F. Sponberg, de Belfast, quien escribió: “El viaje del Pioneer 10 producirá un efecto que los poetas, pintores, y músicos no podrán ignorar por más tiempo. La existencia de la idea del Pioneer 10 es prueba de esto. La misión científica, por supuesto, tiene valor e interés incalculables, pero la idea del viaje posee un valor imaginativo mucho mayor. El Pioneer 10 nos acerca más al día en el que los artistas deben hacer frente al nuevo viaje del hombre como experiencia y no fantasía”.


Pioneer 10: el mensajero de oro

La proa del dragón que cruzó los mares del Norte,
buscando la aventura con el clan guerrero;
la galante sirena se inclina bajo la brisa
en barcarolas y mercantes de esbelto casco;
todos los descubridores de desconocidas tierras
se han ido en esta alada edad donde permanece la nada
en busca de extraños tesoros de alguna costa extranjera
abandonando la bien conocida tierra.
Ahora aparece el nuevo mascarón de proa del hombre
enfrentándose a la desconocida inmensidad.
Desnudo, veloz como las estrellas, mucho más allá de la llamada de los años.
Por parejas, o como extraño solitario en el exterior
ve, diminuto mensajero de tu propia raza,

y toca, si puedes, en puerto de algún lugar lejano.

-Aim Morhardt (Pintor de acuarelas del desierto)


La nueva Odisea

Lejos, a gran distancia, más allá, carente de vínculos,
descarriado, errante, anhelante
arrastrado por las estrellas el Pioneer pasa rápido
solitario en el exterior, a la deriva en el viento solar.
Un hombre, una mujer, huérfanos de calor terrenal,
o espléndidos viajeros con velas de oro,
o como gitanos vagando por viejos senderos estelares,
una caravana en busca de anclaje celestial.
Si en la profundidad del frío espacio interestelar
algunos ojos temerosos espían la vida de esta balsa:
¿percibirán el corazón que hay dentro de nuestro barco
cuyos latidos señalan los ritmos de paz?
Un nuevo espíritu abre nuevas fronteras.
Una Odisea es nuestro hogar; loor a los Pioneer!

-Arvid F. Sponberg
-

En palabras de Carl Sagan, “el envío de tal mensaje nos obliga a considerar cómo deseamos estar representados en una raciocinación cósmica. El mayor significado de la placa no es precisamente el hecho de enviar un mensaje al exterior, sino más bien el de que se trata de un mensaje enviado a nosotros mismos”. Aparte del valor científico y social de estos mensajes, yo reivindico su valor poético. No hay idea más poética que la de un planeta abandonado en medio de la nada. Una luz en medio del vacío. La posibilidad de una isla.

El Voyager, errante, sin testigos, lleva nuestra bandera hacia algún lugar, quizá hacia la nada. Sabemos que esas botellas galácticas flotan entre las luces, y que ahora mismo, en el espacio, el sonido de una mujer enamorada, de un beso humano, de un canto de ballena, saludos de niños, la guitarra de Jhonny B. Goode… Las naves viajan portando memorias, fragmentos, vestigios de lo que alguna vez fue un milagro en el Cosmos…”.


***

(Mozart, ‘Queen of the Night’)



Punto azul palido


“Un puntito azul lejano”.

“Los telescopios son en realidad máquinas del tiempo”.


A principios de febrero de 1990, el Voyager tomó una fotografía de la Tierra. La imagen mostraba un planeta como un puntito lejano abandonado en el espacio. La Tierra, que había sido considerada el rey del universo, por ser el hábitat del Hombre, ese ser superior, desde lejos no era nada más que un punto luminoso entre un millón de puntos luminosos.

“Desde esa posición no se percibe ninguna evidencia de nuestra obsesión por el nacionalismo”, dice Sagan.

A un millón de años luz no existe la arrogancia. No existe el ego. La sangre que se ha derramado por las guerras es absurda. Los grandes problemas no significan nada. Fuera de nuestro metro cuadrado, los signos no significan. No hay lenguaje. Aquello que creemos universal no tiene sentido. Sin embargo, es debido a nuestra insignificancia que ocupamos un lugar en el universo. Solo renunciando al ego podemos ser conscientes de nuestra grandeza o en otras palabras: solo al reconocer nuestra insignificancia podemos encontrarnos en la grandeza. No hay nada más grande que sentirse pequeño ante el universo.

Somos pasado. Sagan habla de la Tierra como un planeta lejano, nostálgico, como un milagro cósmico que ya no existe, pero que alguna vez existió. Cada palabra suya es impronta, todo está pensado para ser leído después, para ser encontrado algún día. La Tierra, desde su perspectiva, es un punto lejano, azul… Su mirada está marcada por la distancia. Tiene la capacidad de ver de lejos, fuera del tiempo. Mirar al cielo es mirar al pasado. Las estrellas son un cementerio vivo. Un prado de fantasmas.

Another World by Escher, in minecraft pixelart by zhinjio

Sagan era un romántico: añoraba lo imposible. Su mirada era utópica. Su búsqueda era imposible. Es por eso que reivindicó la poética que hay en la ciencia. Aunque añoró encontrar vida extraterrestre, su búsqueda de otros mundos no hizo más que acercarlo a este. Quizá la mejor manera de verse a sí mismo es mirando las estrellas. Lo que los libros y películas de Sagan dicen una y otra vez es esto: somos un milagro y nos comportamos como fuéramos simples, como si supiéramos a dónde vamos.

La labor de Carl consistió en crear un imaginario extraterrestre para dimensionar al ser humano en su condición universal. Hace falta imaginar un extraterrestre, es decir, imaginar un otro, la posibilidad de otros mundos para, en ese estado de cosificación al que Lacan llamaría ‘Lugar real’, ver, por primera vez, al ser humano, y solamente así, apreciarlo en su verdadera dimensión. Allí donde es un ente completamente extraño y hermoso, misterioso y complejo. Ver al ser humano sin velos. Sin lenguaje. Como realmente es: un ser divino.

Gracias, Carl.


Alguien mira al cielo y descubre una estrella azul. Aunque ya no existe, Alguien la puede ver, y eso le emociona. Alguien piensa que quizá el tiempo sea una ilusión, una anticuada costumbre de esa raza que se llamó a sí misma humanidad. Quizá sea mentira y esa estrella aún brille y existan hormigas y existan mujeres y hombres y sigan haciendo música... Y haya delfines y mares y bacterias… Alguien piensa que un millón de años no son nada, que nunca es tarde para acercarse a ellos, para empezar el "contacto". Alguien toma su radio... y dice: “El mensaje ha sido recibido”.


(Cartón Piedra)