Fuimos peces y después fuimos dinosaurios. Fuimos monos, hombres, Planetas. Sangre, sexo, cielo. Libros que no leímo...

miércoles, 15 de julio de 2015

Si me pongo short, sí es para calentarte... (y no por eso puedes tocarme)



Soy feminista. Creo que no serlo sería un crimen. Que todo ciudadano inteligente debería serlo. Que es inocente pensar que el feminismo es asunto solo de mujeres, o que el machismo solo afecta a las mujeres y solo lo ejercen los hombres. Estamos hablando de un problema social, que nos compete a mujeres y hombres. A todos. Creo que no ver la injusticia de género que ha habido y todavía hay, sería tapar el sol con un dedo. Y creo, también, que hay muchos clichés e ideas equivocadas que giran en torno a estos temas. En pleno siglo XXI las mujeres vivimos atrapadas en una sociedad que sexualiza nuestro cuerpo y a la vez nos castiga por ser sexys. Las opciones de escape nos ponen contra la espada y la pared. Por un lado, tenemos un feminismo extremista y chapado a la antigua, y por otro, una postura que no es ninguna postura y en la que las mismas mujeres niegan el problema de género y se lavan las manos. 

Empecemos por la primera tendencia. Hace tiempo que hay una “campaña feminista” en las redes sociales en la que circulan fotos de mujeres que escriben con marcador sobre su cuerpo cosas tales como: “Me pongo short porque tengo calor… No para calentarte”, “Yo me visto para mi, no para ti”. Esta mirada además de mojigata, es machista. Niega nuestro derecho a flirtear y afirma el derecho del hombre a irrespetar a una mujer que se vista de manera provocativa. No nos justifiquemos diciendo que es por el clima que nos vestimos sexys, si es para provocar también es válido, de hecho, siempre es para provocar, obviamente no a todos, pero lastimosamente aún no existe un aparato que haga que solo los que te gusten te vean en mini falda y los que no, en pantalón. Lo siento, pero ese feminismo no me representa.

En las mismas redes sociales circuló otra propaganda feminista que decía “No es no aún con el calzón abajo”. Esta campaña, en cambio, me parece plausible. Reivindica el derecho a decidir sobre nuestro deseo. Sucede que hay mujeres que  les sonríen a los hombres, les miran o hablan con ellos, y para ellos, estas son señales suficientes que deberían asegurar su coito. Y sí, también puede suceder que una mujer y un hombre se estén besando, tocando (los dos) y en el momento dado ella o él no quiera llegar al coito (por la razón que sea). ¡Tiene todo el derecho de hacerlo!. ¿De cuándo acá es obligación tener sexo?, pero dejarle "a medias" a un hombre es un pecado mortal. ¿Si no queremos tener sexo no podemos coquetear?. Muchos hombres piensan que si coqueteas con ellos tienen absoluto derecho a acostarse contigo porque “les estás dando señales”. Y si no quieres hacerlo, te llaman “quiteña”. Ni coquetear ni vestir sexy dan el derecho a irrespetar. Pero el deseo masculino parece ser una fuerza incontrolable y absolutamente respetable, de la cuál ellos mismos no son responsables, y por eso no se debe “provocarlos” porque es justificable que no se controlen.  ¿De cuándo acá tengo el derecho de besar a todos los hombres sexys?, ¿Debo prohibirles ser sexys solo porque me muero de ganas de besarlos y no siempre puedo hacerlo? , bajo esta lógica “si va a comprar para bajarle” si no lo puedo tener, ¿debo prohibirlo? .He visto andar sueltos a hombres tan bellos que deberían estar prohibidos. Sí, como idea poética es genial, pero no puedo castigar la sensualidad solo porque no puedo acceder a ella. Imaginen cuántos ya estaríamos presos. 


Ahora vamos con el otro lado. Cierto grupo de mujeres liberales, alternativas, intelectuales, muchas de ellas artistas, afirman que los temas de género no les interesan y practican su arte ( y/o su oficio) independientemente de este problema. Según su postura, hombres y mujeres somos iguales, por eso, luchar por equidad de género sería una especie de auto-discriminación. No celebran el día de la mujer con excusas tales como “Si hay un día de la mujer, ¿por qué no hay un día del hombre?”. Viven como si la desigualdad de género no existiera. Pero lamentablemente nuestro género pertenece a una minoría. Lavarse las manos (más aún siendo mujer) ante esta realidad que nos afecta, es un crimen. Lo siento, señoritas alternativas, pero su postura “radical”, tampoco me representa. Ahora viene la pregunta: ¿Qué es ser feminista? Y, sobre todo, ¿Cómo ser feminista aquí y ahora?. Por ahora sé que ser feminista no es sinónimo de odiar a los hombres.  Sí es aceptar que vivimos en una sociedad que en la que no hay equidad de género. Enfrentarlo. Decirlo. Combatirlo. No es privarse de la mini falda y peor aún, justificar su uso diciendo que es debido al clima o a la pura satisfacción personal. No es vergüenza de sentirse deseada, sino la libertad de desear, y también, por supuesto, la libertad de provocar deseo…

(DINERS)

miércoles, 8 de julio de 2015

El discreto encanto del tercer mundo





Cada mañana se repite la misma historia: abro la llave de la ducha y cae un mísero chorro de agua helada. Entonces sé que ha llegado el momento de aplicar “la maña”. Todos los aparatos proletarios tienen su respectiva "maña". La maña es algo que se debe hacer para que el artefacto funcione. Por lo general no es nada lógico, es más bien místico, una extraña asociación entre el objeto en cuestión y otro objeto cualquiera dentro de una misma casa. Por ejemplo: para que sirva el enchufe de la cocina, se debe encender el foco del baño; para que vuelva el agua, se debe encender la sanduchera. Mi madre incluso afirma que en su hogar, el internet mejora si se apaga la luz de la sala. La pobreza nos vuelve surrealistas, lo digo porque la falta de recursos me ha llevado a ver imágenes que dejarían loco a Dalí. Conozco una amiga que hizo spagetthi al pesto en el calefactor porque se le había acabado el gas y no había otra forma de cocinar, así llegó a la conclusión de que el calefactor era una excelente parrilla. Conozco a otro que ha hecho fideo en la cafetera, a una que usaba la plancha de ropa para planchar su cabello, y, ya lo he dicho, yo misma he usado el microondas para secar mis medias.


Pero, volviendo al tema. La “maña” de mi ducha es esta: para que el agua se caliente, primero debe abrirse (quién sabe por qué) la llave del lavadero de la la cocina. Entonces se prende el calefón y hay que correr hasta el baño y abrir la llave de la ducha. El siguiente paso es regresar (desnuda, por su puesto) a la cocina y cerrar la llave. Ahora sí, volver al baño, meterse en la ducha, descubrir que el agua al fin se ha calentado y disfrutar de ella alrededor de 20 segundos. Porque después se sobrecalienta tanto que te toca salir saltando a riesgo de ser hervida. Abrir la llave del agua fría no es una posibilidad, pues se enfría por completo hasta quedar helada. Mi ducha no entiende de puntos medios. Es caprichosa, extremista, bi-polar. Te quema o te congela. Te ama o te odia. No parece quiteña, pues no entiende de tibiezas. La única salida es la clásica técnica “cerrar y volver a abrir”, claro que no al instante, sino después de un tiempo, que puede ser variable. En dicho tiempo quedan dos opciones: tomarlo con calma y aprovechar para hacer una rutina de ejercicios mientras aplicas tratamiento para el cabello; o volverte histérica y correr desnuda y enjabonada por la casa, abrir la llave del lavadero para luego correr a la ducha en tiempo récord y enjuagarte en cámara rápida. He llegado a entrar y salir de la ducha hasta siete veces en una misma sesión. El que funcione no depende de un electricista, sino de la onda que una le ponga.


Para que los aparatos de los proletarios funcionen, más que de calidad, se requiere de altas dosis de fe. Por lo menos, mi ducha hace milagros. Vuelve creyente al ateo. Podrá estar dañada, pero desarrolla en el individuo una cierta espiritualidad.  Miras la llave, cierras los ojos y, con mucha convicción, piensas: esta vez sí va a funcionar. Entonces, con ímpetu, abres la llave. Tocas el agua con buena energía, intentando hacer que tus electrones positivos la calienten. Te vuelves mística, crees en la ley de la atracción, entrecierras los ojos como quien hace magia y miras el agua, intentando no convertirla en vino pero sí subir su temperatura. Debo confesar que en ocasiones esta espiritualidad ha devenido en un cierto rito obsesivo- compulsivo que podría ser considerado pagano. El rito consiste en aprovechar para hacer preguntas con trampa a la ducha-oráculo. Si esta vez el agua no se calienta- piensas- es porque el nosecuantito me quiere, si se calienta, es que no me quiere. Así, tienes dos posibilidades de ganar: si el agua se enfría, el man te quiere (sabes que es lo más probable y por eso preguntas eso) y si no te quiere, por lo menos te bañas en agua caliente.

(DINERS)

miércoles, 1 de julio de 2015

ETNOGRAFÍAS MASCULINAS





Dicen que estamos locas, que somos brujas, difíciles, jodidas, quiteñas, dramáticas, intensas, lunáticas, densas. Dicen que la mujer es un ser sensible e intuitivo que tiende a la sinrazón y los días de luna le afectan. El hombre, por el contrario, es muy cerebral, sensato y mesurado.
Escuchen esto.

Me gustaba Sergio porque tenía “algo” que lo hacía “especial”. Salimos par veces. Yo estaba contenta, sin embargo, con el paso de los días, su comportamiento atravesó esa delgada y a veces del todo invisible línea que separa lo excéntrico de lo freak. Por ejemplo, le dio por posar como una escultura griega. “Mira, este soy yo, es mi cuerpo” decía mientras giraba sobre su propio eje, para después adoptar la posición de El David, de Miguel Ángel: cabe recalcar que el hombre estaba más flaco que un sorbete. Después, empezó a llamarme “Mi odalisca”. Según el diccionario, odalisca es:

1.f. Esclava al servicio del harén.
2. Mujer que forma parte de un harén.
3. Mujer sensual.

No, Sergio no era “especial”, simplemente estaba loco como una cabra. Todo terminó antes de empezar, fue ahí cuando me llegó un mensaje que decía: Te quejas de soledad, pero rechazas mi compañía. Estúpida.





Facundo era poeta. Todo era perfecto, hasta que llegó su día de paga. Fue ahí cuando sonó el teléfono.
-¿Quién es él, ah?-Dijo su voz taciturna.
¿Quién es quién?-respondí, temerosa.
- ¿Cómo quién? ¡El man con el que me estás engañando!- respondió .
Eran las dos de la mañana cuando sonó el timbre de mi casa. En el umbral de la puerta lo desconocí por completo. Su mirada delirante y alcoholizada imaginaba amantes de toda raza, género, edad, estado mental… A partir de esa noche, su otro lado salió a la luz, y me celó con homosexuales, ancianos, niños, señoras. No entiendo cómo estaba conmigo, si según sus cálculos mentales yo debía ser más que una enferma.
Tomé un trago para apaciguar mis nervios.
-Tú n pedes tmar, mira cóm t pnes- alcanzó a decir.
-Pero…
Facundo aventó los adornos al piso. Dio tumbos por la alfombra. Rió y lloró al mismo tiempo. Luego dijo:
-¡Estás loca!
Tenía razón.





Decir que Julio era intenso es poco. Cuando quería buscarme sonaban el timbre, el celular, el chat del Facebook, el whatsapp y el teléfono de la casa. Todo a la vez. Yo, escondida en el clóset, rezaba para que no me encontrara, no con un amante fuerte, como él imaginaba, sino y sola desesperada por tener al menos cinco minutos en paz con mi persona. No, no lo dejé, le quería. Fue él quién, después de acecharme como un asesino en serie, un buen día me dijo que ya no quería estar conmigo… ¿Por qué? Había tenido una visión. ¡Una visión! Loco con síndrome de Virgen María. Lo que me faltaba…

Espero que esto sea bastante para romper con el cliché mujer=loca. La sinrazón no distingue género. Si se preguntan por qué caí, la respuesta es que fui presa de otro cliché: normal= aburrido… y bueno me gusta escribir. Cabe recalcar que los tres eran sinceros. No tenían malas intenciones, solo que su cabeza funcionaba diferente, creían firmemente en sus principios, así como Hitler, Nixon, Abdalá, quien dijo a cierto presidente: “Yo estaré loco, pero tú eres como la ·%%&&”

(DINERS)